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Las instituciones dinosaurio, esas mismas que defienden antiquísimas corrientes de autoridad pedagógica omnipotente, en base a la figura de una o dos personas que por su trayectoria o méritos académicos, pueden imponer su opinión y decisión por sobre cualquier hecho, modo o saberes novedosos, hacen que ser asertivo pierda atractivo, sin embargo, es allí donde más se necesita ejecutar acciones de educación emocional práctica para generar más educadores activos y asertivos.

La cultura escolar no es una variable simple de problematizar porque implica sumirse en posturas naturalizadas en la forma de comunicarse que tienen todos los integrantes de una institución, o que más bien, deben tener para pertenecer a ella. Implica formas de ejercer el poder, la autoridad y el modo de ejecutar decisiones psico-pedagógicas en cada momento, mientras alguien se encuentre bajo el techo de una escuela, de esa escuela.

Los subroles dentro de la cultura total de las escuelas no son algo que se pueda determinar inmediatamente, ni que se pueda cambiar rotundamente de la noche a la mañana sin entender el porqué de sus lógicas de funcionamiento, ni sin entender las consecuencias de intentar hacerlo de manera aislada.

El segundo problema que tiene un gran impacto en la promoción de intervenciones que incluyan efectivamente a todos los estudiantes en el grupo clase y en la vida social escolar amplia, tiene que ver con el entendimiento de los procesos psicogenéticos que se dan en el niño a lo largo de su proceso de maduración biológica y cognitiva.

Alicia Fernández señala:

Si el maestro procura indagar cuáles son las teorías con las que su alumno cuenta para explicar cuestiones como ¿Por qué la Luna no se cae?, quizás se abriría allí un espacio que permitiría al niño seguir indagando aún más allá de la presencia y la demanda del maestro.[1]

Esta observación es útil para poder analizar dos caras de la misma moneda con la que se transacciona la cognición en el ámbito escolar. Por un lado, la autora nos señala el lugar del rol docente como posibilitar de espacios de autoría de pensamiento. De las formas en las que se pueden hacer descubrimientos durante la infancia y del modo en que el niño explora el mundo.

Después de años de estudio de la teoría de J. Piaget, sabemos a ciencia cierta, que todos los niños elaboran teorías que reformulan con el paso de la evolución cognitiva hacia estadios de mayor conocimiento y complejidad en el modo de percibir, describir y explicar el mundo. Estos pasos en la elaboración de hipótesis rudimentarias hacia nuevos tipos de hipótesis que le permiten al niño explicar su realidad son claves dentro del ámbito escolar y debe ser un insumo permanente para los docentes que quieren ayudar a desarrollar pasajes más “enriquecidos”, podríamos llamarlos así, hacia los nuevos estadios y nuevas hipótesis sobre el funcionamiento de los objetos que se hayan en el mundo exterior.

Una de las razones por las que la escuela seguirá ostentando por mucho tiempo más el lugar de la formalidad en el aprender no tiene que ver con la estructura organizacional, pues siempre se pueden hacer cambios sutiles y rotundos en cuanto a organización de tiempos, espacios y recursos, sin embargo, la forma en la que se gestiona, se impulsa y se acrecientan nuevas formas de pensar el mundo son dirigidas sistemáticamente por el rol docente en clase.

He ahí una de las mayores oportunidades de las escuelas que quieran formar seres humanos cognitiva y empáticamente listos para las sociedades del siglo XXI y para sus desafíos.

[1] Fernández, A., op.cit., p.176,Fernández, A. (2000). Los idiomas del aprendiente. Análisis de modalidades de enseñanza en familias, escuelas y medios

 

 

 

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