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El sistema educativo argentino enfrenta un desafío crucial: asegurar que cada estudiante no solo ingrese a la escuela, sino que transite y egrese con aprendizajes significativos. Sin embargo, conceptos como «fracaso escolar» o «problemas de aprendizaje» a menudo simplifican una realidad compleja, depositando la responsabilidad en el alumno.
Es hora de cambiar el paradigma y hablar de trayectorias escolares, una perspectiva que nos obliga a analizar las condiciones institucionales y pedagógicas que producimos como educadores.
Este post, basado en las reflexiones de destacados pedagogos y psicopedagogos como Flavia Terigi, Ricardo Baquero, Norma Filidoro y José Antonio Castorina, explora cómo podemos desnaturalizar el fracaso y construir una trama educativa que sostenga a todos y cada uno de nuestros estudiantes.
Históricamente, la escuela moderna se fundó sobre un modelo de enseñanza masiva basado en la gradualidad y la simultaneidad: un solo maestro enseñando lo mismo, al mismo tiempo y de la misma manera a un grupo de alumnos supuestamente homogéneo.
Este modelo, como señala Ricardo Baquero, nos llevó a considerar la categoría de «alumno» como un fenómeno natural y no como lo que realmente es: una construcción histórica y social.
El problema surge cuando la realidad diversa de los estudiantes choca con este «mandato homogeneizador». La escuela espera un alumno ideal, pero se encuentra con múltiples ritmos, saberes y contextos. El resultado, muchas veces, es la exclusión, la repitencia o el abandono.
Por ello, la Ley de Educación Nacional 26.206 nos asigna la responsabilidad de asegurar la obligatoriedad escolar a través de «alternativas institucionales, pedagógicas y de promoción de derechos».
El primer paso para fortalecer las trayectorias es dejar de pensar el fracaso escolar como un atributo del sujeto y entenderlo como un producto de las condiciones de la escolaridad.
La psicopedagogía crítica nos invita a un cambio de lenguaje y de perspectiva. Como propone Sandra Vinocur (2017), debemos pasar de decir «tengo un niñito con problemitas» a preguntarnos como institución «¿qué problema tenemos nosotros con este niño?». Esta simple modificación traslada el foco del déficit individual a la responsabilidad colectiva.
Las posibilidades de aprender no dependen únicamente de las capacidades del estudiante, sino de la situación educativa y las condiciones pedagógicas que la escuela es capaz de ofrecer.
Como afirma Dora Laino (2012), la intervención debe estar situada en el «mundo de la vida» del sujeto, reconociendo su contexto social y cultural.
Construir una escuela inclusiva que garantice trayectorias completas y significativas exige implementar estrategias concretas que modifiquen la estructura tradicional.
Articulación entre niveles y modalidades: Es fundamental crear puentes y acuerdos entre los niveles inicial, primario y secundario, así como con la modalidad de Educación Especial, para asegurar la continuidad del proceso formativo y evitar la culpabilización entre ciclos.
Flexibilidad en tiempos y espacios: Se deben explorar otros modos de agrupamiento que superen el grado por edad, como los plurigrados, las salas multiedad o los agrupamientos por proyectos. Replantear la «caja horaria» y organizar espacios de apoyo en contraturno son acciones clave.
Trabajo en red: El psicopedagogo, como sugiere la «metáfora reticular» de Aldo Ocampo (s.f.), debe actuar sobre la red de relaciones entre el alumno, el docente, la cultura y el contexto. Esto implica articular con otras instituciones y organizaciones comunitarias para ampliar la formación del sujeto.
Centralidad en la enseñanza: La enseñanza debe ser un acto político que busque la justicia, ofreciendo saberes que vayan más allá de lo mínimo y que amplíen los márgenes de aprendizaje de todos.
Incorporar los «Fondos de Conocimiento»: Se deben investigar y valorar los conocimientos y habilidades que los estudiantes traen de sus familias y comunidades para incorporarlos de manera respetuosa al currículum, creando así una educación con mayor congruencia cultural.
Enseñar el «Oficio de Alumno»: El éxito escolar también implica aprender a ser estudiante. Es tarea de la escuela enseñar explícitamente a organizar el tiempo, usar una agenda, trabajar en grupo, solicitar ayuda y participar en la construcción de acuerdos.
El psicopedagogo es un actor fundamental en este cambio de paradigma. Su rol trasciende el diagnóstico individual para convertirse en un articulador y un artesano de la trama institucional.
Una Práctica Interdisciplinar: La realidad es «indisciplinada» y los problemas de aprendizaje son complejos (Lischetti, 2017). El profesional debe trabajar desde la interdisciplina, reconociendo los límites de su propio saber y dialogando con otros profesionales, como lo proponen Filidoro (1983) y Feld (2017).
Una Mirada Institucional: El psicopedagogo debe salir del gabinete para intervenir en el aula y con los docentes, ayudando a analizar las prácticas, desarmar prejuicios y construir nuevas estrategias pedagógicas (Vinocur, 2017).
Superar el «Aplicacionismo»: Como advierte Castorina (2017), uno de los mayores obstáculos epistemológicos es el «aplicacionismo»: la implementación acrítica de teorías (psicológicas, neurocientíficas) sin una reformulación que atienda a la especificidad del contexto educativo. El psicopedagogo debe ser un traductor crítico de estos saberes.
Avanzar hacia la mejora de las trayectorias escolares no es una tarea sencilla, pero es un mandato ético y legal ineludible. Requiere una gestión educativa estratégica, centrada en lo pedagógico, que fomente el trabajo en equipo y esté abierta a la innovación y la autocrítica.
La escuela no puede cambiar el orden social, pero sí puede generar «cambios en las miradas» (Siede, 2007, p. 10). Cuando un docente ve en un alumno excluido a un sujeto digno y con potencial, se da el primer paso hacia la inclusión.
Nuestra responsabilidad como educadores es dejar de buscar las fallas en los hilos individuales y comenzar a analizar la trama que tejemos cada día.
Se trata de construir colectivamente una escuela que no se limite a reproducir desigualdades, sino que funcione como un espacio de resiliencia, esperanza y justicia, donde cada trayectoria, con su singularidad, sea posible y valorada.
Castorina, J. A. (2017). Los obstáculos epistemológicos en la constitución de la psicopedagogía 25 años después. En N. Filidoro, S. Dubrovsky, V. Rusler, C. Lanza, S. Mantegazza, B. Pereyra, y C. Serra (Comps.), Pensar las prácticas educativas y psicopedagógicas (pp. 19-45). Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.
Filidoro, N. (1983). Los psicopedagogos o de la imposibilidad de ser siendo mitad y mitad. Aprendizaje, Hoy, XIII(26), 49-53.
Laino, D. (2012). Una psicopedagogía crítica y situada en América Latina. Revista Pilquen Sección Psicopedagogía, XIV(9), 1-8.
Lischetti, M. (2017). La Interdisciplina. En N. Filidoro, S. Dubrovsky, V. Rusler, C. Lanza, S. Mantegazza, B. Pereyra, y C. Serra (Comps.), Pensar las prácticas educativas y psicopedagógicas (pp. 245-251). Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.
Ocampo, A. (s.f.). Metáfora Reticular en Psicopedagogía: Un Enfoque Innovador. Documento no publicado.
Secretaría de Innovación y Calidad Educativa. (s.f.). Articulación y trayectorias integradas: Aportes para una discusión federal. Ministerio de Educación, Presidencia de la Nación.
Siede, I. (2007). La educación política: Ensayos sobre ética y ciudadanía en la escuela. Paidós.
Terigi, F. (2017). Trayectorias escolares: aportes para el análisis de la escolarización secundaria. En N. Filidoro, S. Dubrovsky, V. Rusler, C. Lanza, S. Mantegazza, B. Pereyra, y C. Serra (Comps.), Pensar las prácticas educativas y psicopedagógicas (pp. 87-101). Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.
Vinocur, S. (2017). Las prácticas psicopedagógicas en la escuela. En N. Filidoro, S. Dubrovsky, V. Rusler, C. Lanza, S. Mantegazza, B. Pereyra, y C. Serra (Comps.), Pensar las prácticas educativas y psicopedagógicas (pp. 61-72). Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.
Soy Psicopedagogo y me dedico a ayudar a las personas a aprender mejor. Mi campo de especialización es la Psicología Genética, semanalmente doy tutorías personalizadas online para profesorados. Además, me dedico a ayudar a cualquier estudiante universitario que necesite mejores técnicas de estudio para aprobar sus exámenes finales y lograr graduarse rápidamente. (Por cierto, si quieres asistir a alguna clase en vivo te invito a nuestro grupo de «Estudiantes de Alto Rendimiento» en Facebook)
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